domingo, 19 de octubre de 2008

No Roulet



De aquellos dichos de Nestor Roulet, vicepresidente de CRA:

“Mi maestra de Historia decía que tres instituciones hicieron grande a la Argentina: la Iglesia, el Ejército y el campo. Ojalá que de nuevo activemos esto, porque con estas tres instituciones y el resto de la sociedad la Argentina tiene que ser realmente un país grande, como se merece, no un país más chico como lo es ahora”.
he leído cosas variadas en los últimos días. Me parecen importante compartir dos, van algunos párrafos, ojo pa-rra-fos, para tener la idea completa hay que leerlos completo:

Una, me llegó por correo electrónico, está firmada por Andres Pablo Giura y su texto completo se puede ver acá, de allí el titulo del post (aunque le saque el "señor", me pareció exagerado)

No señor Roulet, no fueron su Iglesia, su Ejército y sus terratenientes los que hicieron grande a la Argentina. Sino la Argentina, esta fuente interminable de brazos, espaldas y recursos naturales, la que hizo grandes a su Iglesia, a su Ejército y a sus terratenientes.

Su Iglesia, su Ejército y sus terratenientes han hecho de este país un enorme predio privado y despoblado. Para eso, señor Roulet, su Iglesia, su Ejército y sus terratenientes, se mandaron tres genocidios en cinco siglos. ¿Le parece poco?

Primero su Iglesia declaró herejes sin alma a los pueblos originarios de América habilitando que los avaros españoles vengan a transformar a este paraíso terrenal en un infierno, amasando la pólvora con la sífilis, todo regado con “la sangre de Cristo”. 80 millones de almas aborígenes no tuvieron cura que los despida, ni lo necesitaban. Cuerpos corrompidos por el oro no pueden salvar almas.

Después, señor Roulet, su Ejército, que nos sacó de las manos de los españoles para entregarnos, enfeudados como republiquetas beligerantes, a la corona británica, agregó al genocidio aborigen, la degollina del gaucho. Tarea que fue completa con el cobarde genocidio del pueblo paraguayo, al servicio del “libre comercio” de la reina Victoria y que usted defiende con saña.

Siempre, en la Historia del pueblo argentino, sus terratenientes estuvieron del lado del oro extranjero, contra nativos y criollos, al servicio del que han puesto la tierra, que, como el aire o el agua, no es de nadie y es de todos. Siempre fue la Argentina la que se brindó fecunda para hacer cada vez más grandes a las propiedades de los terratenientes. Ellos, o ustedes en su caso, siempre se llevaron la guita afuera y desvarían entre lujos y placeres a costillas de nuestra tierra, soñando con ser como esos piratas a los que ustedes admiran. Esos países imperialistas en los que nadie tira papelitos al suelo pero viven de fondear la guita de todos los narcos, vendedores de armas y actos de corrupción del mundo.

La Argentina y el mundo, señor Roulet, se han hecho grandes con la única fuente de riqueza que brinda el planeta: la naturaleza. O usted se cree que si planta una sotana va cosechar catedrales. Ni sus curas, ni sus generales ni sus oligarcas son más fecundos que la tierra, el agua y el aire abrigados por el sol.

Lo único que han hecho sus obispos, sus generales y sus terratenientes, señor Roulet, es ponerle título de propiedad a todo lo que hay, y como el que parte y reparte siempre se queda con la mejor parte, a que no sabe quién ganó. A usted que le sobra, cómprese un librito sobre la Conquista del Desierto y después me cuenta.

Respóndanos señor Roulet, en esas comilonas de nostálgicos, que hacen los viejos picaneros con los terratenientes de su Sociedad Rural, ¿no nos podría decir si comentaron donde tienen secuestrado a Julio López? Estoy seguro que algo debe saber. Hay miles de compañeros que lo estamos esperando.

La segunda la leí en Página 12, escrita por José Pablo Feinmann(cuando no)
Hay frases que deben agradecerse. Hay personajes que no pueden dejar de ser lo que son y, por consiguiente, en algún momento se les escapa la verdad. Tan hondamente la llevan en sus corazones. Hacemos referencia al señor vicepresidente de la CRA (Confederaciones Agrarias Argentinas). No sólo dijo algo que pensaba, algo de su historia personal, de su infancia tal vez, hizo una síntesis admirable de la educación argentina desde 1880 hasta el presente. Acaso algo haya cambiado. Pero es difícil cambiar las cosas en ese ámbito. Tan cerrado está, tan estructurado, que todo cambio es “subversivo”. El personaje se llama Néstor Roulet. Un argentino como cualquier otro, que se educó en la escuela argentina, bajo sus valores, bajo su visión de los hechos.

Esto es secundario. Roulet dijo algo mucho más importante. Habló de su maestra de historia. Y –suponemos que con cierta nostalgia por esos años escolares de plenitud– dijo que ella le enseñó que la grandeza de esta patria que habitamos había sido hecha, era debida a tres instituciones: la Iglesia, el Ejército y el campo.

Esta es la historia que le enseñaron a Roulet en la escuela. La historia que él creyó porque era la de los suyos. La que siempre se enseñó. La que todos tuvimos que aprender. La que nadie se atreve a modificar. La naturalmente argentina. Debo confesarlo: le tengo una enorme envidia a Roulet. El es un argentino, no yo. Ni yo ni todos esos que andan por ahí, con apellidos raros o con colores de piel tirando a negro, a carbón, a tierra, no de campo fértil, sino de basurero, de baldío. Yo ando estos días medio vanidoso porque publiqué un libro de filosofía de casi mil páginas. Pero qué idiota: ¿qué le importa eso a Roulet? El tiene mucho más. No necesita hacer nada. El país es suyo. Uno escribe mil páginas porque tiene un apellido de judío de mierda y tiene que justificarse de algún modo. Hacerse un lugar. ¡Hola, aquí estoy! Me eduqué en Viamonte 430, de donde salían marxistas a montones. No me gusta la tierra. Y creo que la oligarquía, la Iglesia y el Ejército hicieron un país para ellos, un país, diría si me permiten, de mierda y que mataron con inenarrable crueldad siempre que se vieron en peligro. Pero no. No debo creer eso. ¡Qué lindo sería creer lo que creen ellos! El país lo hicieron la Iglesia, el Ejército y el campo. Creer lo que cree Roulet. Sentirse así: con los pies sobre la tierra de uno. Con una identidad poderosa. ¡Con mucha guita, caramba! ¿Cuánto creen que voy a ganar con ese podrido libro de mil páginas? Nada. Lo que Roulet gana con media res. Lo que le paga a un peón, al que encima después lleva a sus manifestaciones patrióticas, con bandera y todo. Para colmo, las librerías hacen enormes pilas con un libro de Savater, que pretende ser de filosofía. O se vende a patadas una huevada infernal de un agroperiodista que dice cómo vivir mejor y más seguro y más pleno. Y si esos libros se venden más es porque los compra Roulet, él y los suyos. Que saben muy bien qué leer.

Ahora, lo justo es justo. Soy un resentido. Reviento de la envidia. Pero puedo jurar algo. Nunca se me daría por creer que la Virgen o el Mesías o Buda o Mahoma... Pero no: no derivemos. Roulet dijo: la “Virgen María”. Nunca se me daría por creer que una mano me ilumina desde arriba, y que detrás de esa mano está la Virgen María pidiendo por todos los pobres filósofos argentinos. Mi relación con lo sagrado es compleja. Transita entre la ira, la duda y la exigua esperanza. Por la pelotudez, nunca.

La foto es de lanacion.com, el susodicho es el primero, de escarapela muy visible